Comentario
Juan Domingo Perón se alejó del país, inicialmente al Paraguay, pero no de la política activa. Desde su exilio madrileño mantuvo el control del movimiento e intentó regresar en 1972. El peronismo, y la figura de Perón como máximo referente, fueron un factor desestabilizador de la política argentina hasta el día de su muerte e inclusive durante muchos años después. El apoyo sindical y de al menos un tercio del electorado fue decisivo para garantizar la vigencia del peronismo. El general Eduardo Lonardi se hizo cargo del poder, pero a los pocos meses fue reemplazado por otro general, Pedro Eugenio Aramburu. El relevo se debió a la alarma del sector más liberal del Ejército por la política de acercamiento entre el Ejecutivo, que simpatizaba con la derecha católica, y el movimiento sindical peronista. Aramburu quería convocar unas elecciones rápidas, para normalizar el sistema democrático y depurar en profundidad cuanto quedaba del peronismo. Se retornó a la Constitución de 1853, se introdujo el voto proporcional, se puso al frente de los sindicatos a enviados gubernamentales al tiempo que se perseguía a los líderes peronistas más destacados, se legalizó al Partido Peronista y se quemaron públicamente todos sus símbolos y los retratos de Perón y Evita.
Ante la intensificación de la represión, impulsada por el ala dura de la "libertadora", el peronismo militante pasó a la resistencia conspirativa y al terrorismo, iniciando una espiral de violencia que arraigaría profundamente en la cultura política argentina. El peronismo no fue derrotado, sus logros en la recuperación de los sindicatos fueron importantes y en las elecciones para la Asamblea Constituyente de 1957 lanzó la consigna del voto en blanco, seguida por el 25% del electorado. Ante un partido radical dividido, aumentaba enormemente el papel de árbitro del peronismo. Esto lo comprendió Arturo Frondizi, el líder de una de las fracciones radicales, la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), quien para captar a una parte importante del electorado levantó consignas antiimperialistas, como la nacionalización del petróleo. La UCRI ganó con el 44 por ciento de los votos, pero una vez en el poder Frondizi abandonó sus posturas anteriores y planteó la profundización industrial con una política desarrollista, que lograra el favor de la patronal. Sus bandazos políticos y los escasos logros de su gestión económica le restaron apoyos en ambos bandos y su posición tambaleó cuando los militares le quitaron el respaldo. El malestar militar y los cuestionamientos castrenses al gobierno aumentaron tras el giro socialista de la Revolución Cubana y la actitud dialogante de Frondizi con Castro. Las elecciones de marzo de 1962 marcaron el principio del fin para Frondizi. El peronismo ganó diez de las catorce gobernaciones en juego, entre ellas la de la Provincia de Buenos Aires. La derrota gubernamental fue amplísima y la UCRI perdió la mayoría legislativa. Las intervenciones federales a las provincias donde triunfó el peronismo se sucedieron y el malestar político y militar aumentó. A los pocos días, totalmente aislado y presionado por los militares, Frondizi se vio obligado a renunciar.